12.03.2010
27 de marzo, la Hora de la Tierra. Un momento para la reflexión
El último año participaron 4,159 ciudades en ochenta y ocho países, apagando las luces en muchos hogares y en algunos de sus monumentos más representativos simbolizando su compromiso. Se cuadruplicó el objetivo inicial, al lograr que más de mil millones de personas se sumaran a la iniciativa, es decir, casi una sexta parte de la población mundial.
Hace un año por esta fecha también se hacía la convocatoria para participar durante sesenta minutos en un esfuerzo a nivel mundial por seguir despertando la conciencia del cuidado que necesita nuestro Planeta. La acción es tan sencilla en sí que no requiere más que de la solidaridad personal y familiar. El éxito que ha alcanzado estriba en su único requisito: las ganas de participar.
El último año participaron 4,159 ciudades en ochenta y ocho países, apagando las luces en muchos hogares y en algunos de sus monumentos más representativos simbolizando su compromiso. Se cuadruplicó el objetivo inicial, al lograr que más de mil millones de personas se sumaran a la iniciativa, es decir, casi una sexta parte de la población mundial.
Lo anterior es la respuesta al llamado que hace el Fondo Mundial para la Vida Silvestre (WWF) para que el próximo sábado 27 de marzo de 20:30 a 21:30 hrs., se repita ese gesto de adhesión con muchos millones de participantes más alrededor del mundo, en la versión 2010 de la Hora del Planeta o la Hora de la Tierra. Lo ideal será lograr la participación por lo menos de seis mil ciudades.
Esta acción comienza a ser una fecha a celebrar que encierra un mensaje de esperanza y vida mediante una campaña social de alta sensibilidad y apoyo por parte de los medios de comunicación y la ciudadanía en muchos lugares.
Este año existen más motivos para sumarse a la invitación, además del fracaso de la Cumbre de Copenhague, el poco interés de los gobiernos para disminuir los gases de efecto invernadero, la acelerada deforestación, la carnicería de focas y delfines con motivos comerciales o como rito de iniciación que marca el ingreso a la juventud en sociedades aparentemente desarrolladas, la matanza de tortugas y el despojo de sus huevos para tráfico ilegal.
Lo anterior es apenas una pincelada de la problemática mundial, pero cada día aumenta el número de seres humanos que demuestran su sensibilidad y solidaridad en causas comunes, interesados en contribuir a mitigar problemas mundiales.
Ese mismo lapso de oscuridad compartido con seres queridos puede ser más enriquecedor, si nos detenemos a pensar en la situación vivida en muchos lugares en este dos mil diez. En los últimos meses han ocurrido una serie de acontecimientos naturales a lo largo y ancho del planeta, devastadores para la humanidad.
Aparte de las gélidas temperaturas con muchos grados por debajo de lo normal y de las desastrosas tormentas de nieve, han conmovido a la humanidad sucesos como el terremoto en Haití que destruyó prácticamente al país, el de Chile en donde no se conoce todavía el final, los maremotos o tsunamis y en México la destrucción de Huetamo en Michoacán, las graves inundaciones en el oriente de la Zona Metropolitana del Valle de México y muchos otros sucesos no menos importantes, pero cuya lista bien llenaría este espacio y varios más.
Lo más aterrador de la desgracia va más allá de la pérdida de bienes, propiedades, ganado y cosechas: es el costo de vidas humanas. La aparición de manifestaciones polarizadas de la conducta humana; al lado de la ayuda altruista y humanitaria, surgieron por igual rapiña, violencia, robo de infantes y reacciones muy opuestas entre sí, queriendo justificar el instinto de conservación.
Es evidente la falta de preparación de la población y de los gobiernos mismos para actuar de inmediato, de manera coordinada y eficiente después del fenómeno. No queda clara la propuesta y menos la aplicación de una gestión de riesgos y vulnerabilidad para evitar que los fenómenos naturales se conviertan en amenazas contra los seres humanos originando más riesgos y desastres.
No es posible evitar que los mecanismos de autorregulación de la biósfera, su sistema inmunológico, cumplan sus objetivos. Sin embargo sí es posible difundir los planes, procedimientos, técnicas, etc. sobre protección civil de manera sistematizada y accesible para la población, con el fin de que tenga las mínimas nociones de qué hacer en caso de desastre. A la fecha se practican simulacros con puntualidad en la capital del país para recordar (¿?) a las víctimas del terremoto de 1985. El mejor recordatorio será cuando la población tenga una cultura sobre la prevención de riesgos.
Nuevamente corren los rumores en torno a un mega terremoto en nuestro país y que afectaría entre otros lugares a la Ciudad de México. Surge la pregunta obligada sobre sus consecuencias catastróficas y quien resultaría responsable ante tantas omisiones e indolencia. La respuesta no es difícil de imaginar: nadie, porque las lagunas legales son refugios de la injusticia e irresponsabilidad. La ética más aceptable es aquella que tiene como objeto último la felicidad humana en general, sin menoscabo de nada ni nadie en particular. El gran reto es trabajar en beneficio de la humanidad y de su seguridad frente a la dinámica del Planeta y lograr que nuestra especie interrumpa su camino depredador de los ecosistemas.
La forma: la sencillez de una invitación ha sido determinante para su aceptación.
El fondo: pensar con creatividad en más propuestas para beneficio de nuestro Planeta y nuestra especie, porque: TODOS SOMOS NATURALEZA.
ACACIA Fundación Ambiental A. C.
Fuente: Ecoportal