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11.08.2011
La "alergia" a las ondas convierte en ermitaños a los electrohipersensibles

Sergio Andreu.

Barcelona, 11 ago.- Montse Ferrer es electrohipersensible, una patología aún no reconocida clínicamente que le ha obligado a trasladar la cama al comedor, porque su dormitorio está a 23 metros de una antena telefónica, ubicada en un edificio contiguo, que emite microondas que le provocaban constantes cefaleas y golpes de calor.

Esta mujer de 51 años vive casi como una ermitaña en el pequeño piso que comparte con su marido en Mataró (Barcelona) ya que la proliferación de la telefonía móvil 3G, dispositivos inalámbricos y redes wifi que invaden ciudades y edificios públicos le impiden salir a la calle por las alteraciones que le generan.

Ella es una de los más de medio millón de españoles que, en mayor o menor medida, tiene esta extraña "alergia" a los campos eléctricos y magnéticos, y que según algunos estudios afectan a 18 millones de personas tan sólo en Europa.

Al igual que ocurre con la Sensibilidad Química Múltiple y la Electrohipersensibilidad, no está incluida en la clasificación internacional de enfermedades de la OMS.

El pasado mayo, el Consejo de Europa aprobó una resolución en el que apelaba al principio de precaución sobre la exposición a estos campos, especialmente las radiofrecuencias emitidas por los móviles, y además de recomendar que se utilice el cable para la conexión a Internet, en vez del wifi, pedía el reconocimiento sanitario-laboral de la electrohipersensibilidad.

Montse Ferrer empezó a sentir los primeros síntomas de esta "intolerancia" en 2007 cuando los móviles de tercera generación (UMTS) comenzaron a hacerse populares. "Antes iba con mi móvil tan alegremente, pero de repente comencé a sentirme débil, con dolores de cabeza y me despertaba por la noche como por un cortocircuito", explica a Efe.

Tras consultar a varios médicos, que no supieron darle un diagnóstico que le ayudara a mejorar, un facultativo le recomendó que si dormía en una habitación próxima a alguna antena de telefonía se fuera a otra. Lo hizo, y en poco tiempo los síntomas disminuyeron.

Su dormitorio se ha convertido en un almacén, con una persiana especial casi siempre bajada, y con las paredes recubiertas de una malla de doble aluminio que impide que penetren las ondas que emite la antena, como reflejan los medidores domésticos de los que se ha hecho una experta.

Montse, que cuenta con la complicidad de sus vecinos, que han llegado a cambiar la ubicación de sus dispositivos wifi para no alterar su sueño, impulsó la creación de la asociación Oikos Ambiental, que congrega a afectados por esta alteración.

"Hay personas que somos más sensibles, como los canarios en las minas de carbón, que advertimos al resto de la población sobre los riesgos de esta exposición", señala esta afectada que recuerda que la Agencia Internacional para la investigación del Cáncer ha clasificado las radiaciones de microondas como posible cancerígeno de nivel 2B.

"Si fueran una pastilla estos sistemas no estarían autorizados por los riesgos que conllevan", afirma Ferrer.

De momento, Oikos -que está en contacto con otras entidades que combaten esta "contaminación" electromagnética- tiene abierto un contencioso contra el consistorio de Mataró para denunciar que la antena de telefonía de UMTS situada junto al inmueble en el que vive Montse Ferrer no cumple la normativa.

David Izquierdo, abogado que defiende a los ciudadanos contrarios a esta instalación (con la que operan Movistar y Yoigo) ha explicado que inicialmente se quiso impedir que obtuviera la licencia, aunque el consistorio acabó concediéndosela, a pesar de que, afirman desde Oikos, no cumple la distancia mínima a centros educativos fijada por el decreto de la Generalitat que regula estas antenas.

En concreto, la antena debería estar "como mínimo" a 50 metros de cualquier espacio calificado como "sensible", cuando según Izquierdo se halla a 33 y 38 metros de un colegio y una guardería.

Los electronsensibles denuncian que su día a día es muy complicado por que los dispositivos con estas radiofrecuencias están por todos los lados: las bibliotecas, los centros existenciales, los bares y ahora los teléfonos 3G o las nuevas tabletas.

"Aunque me cambiara de piso, estos campos electromagnéticos están por todos los lados, no hay ámbitos libres. Se tiene que apostar por el cable y suprimir en la medida de lo posible los sistemas inalámbricos, sobre todo en las casas y en los colegios", se lamenta Ferrer.

(Agencia EFE)

Fuente: La Información

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