Graciela Gómez, de 49 años, es una abogada ambientalista argentina defensora de decenas de litigios de niños cuyas familias han denunciado la contaminación causada por las fumigaciones con un herbicida tóxico arrojado indiscriminadamente en los campos de soja transgénica de Argentina. Gómez califica de “genocidio” la situación que viven muchas localidades campesinas, víctimas de este “veneno”.
Lo que sufre Argentina –dice– son las consecuencias sociales y ambientales derivadas de un modelo agrario casi monopolizado por la soja transgénica. “Vivimos un agrocidio. Se está matando al campo. Lo ha matado la soja. De pequeña, veía parcelas azules con cultivos de lino, parcelas amarillas de girasol, y de otros colores en un paisaje variado rematado con molinos de agua y vacas. Pero esa biodiversidad se ha perdido. Ahora el campo es un desierto verde porque la soja lo ocupa todo”, dice.
La soja transgénica es un pivote de la economía de Argentina, el tercer exportador del mundo de esta oleaginosa, defendida por el Gobierno por su alta productividad. Pero tiene una cara amarga: el sufrimiento de las poblaciones que han padecido los efectos de un herbicida usado sin control, dice Gómez. “Se está plantando soja hasta en la puerta de las casas; y cuando se hacen las fumigaciones, desde aire o tierra, se arroja sobre viviendas, escuelas rurales, sobre cursos de agua, sobre la gente”.
El “veneno” denunciado es el glifosato (marca Roundup, de Monsanto), usado para matar las malas hierbas que compiten con la soja (modificada también para ser resistente al herbicida). Pero “no sólo mata las malas hierbas, sino que acaba con todo lo que esté vivo”.
La contaminación (“por contacto directo, por inhalación o consumo”) ha incrementado el número de abortos espontáneos, malformaciones en los niños, leucemias y alergias en las zonas en donde se aplica, añade. “El veneno es un disruptor endrocrino, ataca el aparato reproductor de los seres humanos; a los hombres los vuelve estériles…”, explica esta mujer, que cita numerosos informes que respaldan sus denuncias.
En la provincia de Chaco, los casos de malformaciones congénitas en niños se han cuadruplicado y las leucemia en menores de 15 años se han triplicado entre el 2000 y 2010 en el periodo la expansión sojera, según confirma por teléfono Raúl Lucero, jefe de área genética del Instituto de Medicina Regional de Chaco. Los datos proceden de un informe oficial de la provincia, encargado por el gobernador, que corroboraron las denuncias. Lucero vincula los casos de malformaciones de niños (que él atiende) con el hecho de haber estado expuestos a pesticidas en el útero de sus madres en los primeros meses de gestación. Y la misma causa explicaría los abortos repetidos y tempranos.
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