Noticias
13.06.2010
«La vida de una persona de Bhopal no vale lo mismo que la de un ciudadano de EE UU. Ellos son pobres».

Dominique Lapierre y Javier Moro, que denunciaron el desastre, recuerdan que el dolor no ha terminado en la ciudad india

El lugar, Bhopal; el nombre, isocianato de metilo; la cantidad, 42 toneladas; las víctimas, cerca de 8.000 muertos en las primeras veinticuatro horas y unos 25.000 hasta hoy; la condena para los acusados, dos años de cárcel y una multa de 500.000 rupias (alrededor de 9.000 euros). Los afectados que sobreviven han tildado la sentencia, hecha pública esta semana,  de «ridícula». Dominique Lapierre, autor junto a Javier Moro de «Era medianoche en Bhopal (Planeta), se suma a ellos con la voz impregnada de indignación: «Ésta es un insulto para todas las víctimas». 

Fue el 3 de diciembre de 1984. Un escape de gas tóxico en la empresa subsidiaria de Union Carbide producía en India el peor accidente químico de la historia. El aire tóxico barrió todos los distritos. Las calles se llenaron de angustia. «Esta sentencia ha dejado fuera a los principales responsables, ha impuesto unas penas  que son absurdas y, lo que es más grave, se ha olvidado de un aspecto: obligar a la empresa responsable a limpiar la contaminación», dice Javier Moro.


A la sombra del desastre
La fecha parece lejana, pero 26 años después del accidente las secuelas de la fuga siguen presentes.  El suelo, los campos y los acuíferos continúan infectados. «20.000 personas beben a diario de ese agua contaminada», explica Moro con preocupación. Es difícil determinar una cifra exacta de las personas perjudicadas. La más aproximaba habla de más de 500.000 de una población que contaba entonces con un millón y que hoy en día sigue durmiendo a la sombra de la misma fábrica que los envenenó y cuyo armazón de hierros y tuberías oxidadas permanece aún levantado como un sombrío recuerdo del desastre. «En las clínicas existen colas todavía y siguen atendiendo a las víctimas. Se aplican los tratamientos que funcionan, todos los que sean, porque la empresa no aportó suficientes datos específicos sobre el producto», continúa Moro. Ya no es sólo aquella generación. Ahora son los hijos, los nietos. La segunda y la tercera generación. «Sobre todo hay muchos casos ginecológicos, porque ha repercutido en el aparato reproductor femenino. Hay mucho asma, dolores articulares, cefaleas...». El cuadro médico continúa: han aumentado las malformaciones y la mortalidad infantil. No se resume en unas palabras. Como la indignación cuando se menciona el nombre de Warren Anderson, presidente entonces de Union Carbide, al que no cita  la sentencia, y que se niega a volver a India para evitar su responsabilidad y no afrontar los cargos que se le impunta. «Desde hace 25 años vive lujosamente en su finca de Connecticut. Siempre se negó a regresar para no afrontar un tribunal», dice Dominique Lapierre.


El segundo responsable
De hecho, parece que tiene diferentes domicilios y se va trasladando para evitar intromisiones inoportunas sobre este asunto. «Lo que ha fallado ha sido el Estado indio. El motivo de que la sentencia  haya sido tan suave –recalca  Javier Moro– es que el Estado también es culpable porque era copropietario de esta fábrica. De hecho, hizo un acuerdo con ella para una indemnización menor, que, por cierto, en muchos casos los afectados, que son muy pobres, no pudieron percibir por la corrupción que existe en India». En cualquier  continente puede ocurrir una catástrofe imprevista. «La diferencia con otras, como un terremoto, es que al día siguiente empiezan a reconstruirse todas las vidas. Aquí la tragedia sigue vive», explica Moro.

Hoy India es un país emergente. Una de las potencias del futuro, inmersa en un proceso de desarrollo industrial. «Nuestro libro “Era media noche en Bhopal” creó una gran conmoción cuando se publicó. Tanta que otras cinco fábricas semejantes a las de Bhopal ya no se construyeron. Pero todavía quedan muchos sitios industriales peligrosos en zonas de alta población en todo el mundo», advierte Lapierre.    Para Moro hay otra lectura añadida: «Han prevalecido los criterios políticos contra los intereses de la justicia. El Estado indio ha preferido defender las inversiones extranjeras de las multinacionales. La tragedia de estas víctimas es una piedra en el zapato». Dominique Lapierre sostiene que algo así «no ocurriría en otra parte del mundo». Javier Moro considera que existe una gran diferencia, una diferencia que es clara y muy dura de aceptar: «La vida de una persona de Bhopal no vale lo mismo que la de un ciudadano de EE UU. Ellos son pobres».

 

Fuente: La Razón

digitalnature